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Escalofriante: Sacrificio de niños

Publicado: 2012-03-23

La noticia pasó  de un rumor a volverse una verdad cuando escuché el relato del niño. “Nos pusieron en un nido donde mi nana nos llevaba y recogía. Ella dormía con nosotros. Mary era todo. Pero un día me dijo que no trabajaría más. Mis padres me pusieron el colegio Cxxxxxxxx sin consultarme. En ese colegio había estudiado toda mi familia pero yo no quería estar allí porque para eso debíamos mudarnos a otro distrito. Iba a dejar a mis amigos del nido. No quiero”.

Cuando se le pregunta a la madre, la convicción de sus palabras duras como roca invita a pensar que en su otra vida fue primer ministro de Inglaterra. “ellos van a estudiar en ese colegio porque allí estudió mi hermano y ahora es ingeniero. Mi hermano lloraba porque le exigían pero ahora agradece que lo haya separado de la familia (que vivía en Ancash) para superarse. Allí  se hizo maduro. Yo quiero lo mismo para mis hijos, aunque mi esposo no está de acuerdo. Como trabaja en provincia él solo pone la plata. ”

Escucho con disimulado terror y una parte de mi quiere putear a la insana mujer pero me cayó con nauseabunda hipocresía. Y qué pasará con aquellos padres que, en honor a su trabajo se la pasan turnos de 10 a 12 horas en oficinas, esclavizados con invisibles grilletes, y que no pasan tiempo con sus hijos, que pasa con aquellos niños que prácticamente son criados por la nana  los abuelos. Que pasa con aquellos niños que se les enseña a no llorar, a no demostrar sus dolores, a esconder los abrazos y ansiar un “muy bien, ese es mi hijo”.

Se dice que los padres deben pasar calidad de tiempo en vez de cantidad. Eso es falso. La cantidad de tiempo es básica, pues el niño en aprendizaje vicario no solo es una computadora que debe resumir todas sus emociones “positivas” en una sola sesión. El niño necesita aprender como tener ocio, como leer un libro, como enojarse, como comer en la mesa, como pedir, como  aprender, como pedir que le corten el cabello y donde.  Y eso no se resume en una o dos horas al día. El niño debería interactuar en el trabajo si quiera un rato para que sepa que se necesita responsabilidad para cumplir sus labores.

Lo triste es que aun, a pesar en el siglo XXI seguimos practicando los sacrificios humanos de niños, entregándolos a que los críen otros y no nosotros. Los entregamos a la diosa del consumismo y creemos que comprándoles miles de juguetes, estarán bien. Los sacrificamos con nuestras ausencias afectivas, con nuestros “malos días y por eso reniego”.

Como dijo Patricia del Rio en una columna hace poco,  “si queremos parar la violencia familiar empecemos por liberar a los hombres del  yugo de ser hombres”, entiéndase como dejar que sientan. Dejar que experimenten sus emociones no significa hacer rabietas. Significa que se permitan llorar por estar tristes o saltar cuando están alegres.


Escrito por

carlopsychiatry

Médico psiquiatra, escritor, mulero


Publicado en

Cartas Selenitas

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